Wednesday, December 05, 2007


Masas amorfas pasibles de tomar cualquier forma que quiera darles la mano que las amasa. Pero que piden a gritos un poco de quietud.

Sismos.
Ensimismada.
En sí misma, hada.
En sí, mismada.

EN MI SISMADA

YO SOY MULTITUD



“ Fausto”: hay viviendo dos almas en mi pecho”. A lo que Hesse responde: se olvida de una multitud entera de otras almas que lleva igualmente en su pecho”.





Yo soy multitud.
Quiero hundirme en mí, meterme en el recoveco que soy. Bucearme, nadarme, volarme transitarme. Abrigarme.
Ser parte de mí.
Encontrarme.
Conjugarnos las dos, las dos que soy.

VIAJE

Parto dispuesta (predispuesta) a llevarme el continente en el bosillo. Al alma.

Las huellas se dibujan antes de dar los pasos. ¿Pisamos un destino? ¿Lo aplastamos? ¿Lo estropeamos?
¿O tan solo transitamos lo insoslayable?
Ineluctables caminos nos minan.

Y así voy, siguiendo los pasos de mis pies que corren ansiosos. Sin saber a donde, sin querer saberlo.
- Probemos dibujándolo a ver si lo entendés mejor en el plano.
Cabeza 1, cabeza 2. Una de cada lado de la mesa.
La mesa: típica de café porteño. Perfectamente cuadrada, materia prima barata, capa gruesa de barniz y probablemente una chapita o una servilleta (de esas de papel durito, con un doblés más grande q el otro, apiladas dentro de una caja con un resortito que las va haciendo subir a medida que vas llenándote de grasa las comisuras de los labios), bueno una de esas debajo de una de las patas.
- ¿Y las sillas?
- Las sillas no importan! Importan sólo las cabezas… y la mesa q es lo único q las separa: la mesa como un campo de batalla, las cabezas, los dos frentes. Las frentes: una con el seño fruncido. Más que fruncido, frente sorprendida. La otra, sudorosa.
Sobre la mesa: en el centro la cajita de servilletas; lado 1: una tacita de café vacía, un vaso de agua intacto, cucharita sobre la mesa, sobrecito de azúcar por la mitad y granos de azúcar desparramados. Se le pegan en los codos y le molestan. Lado 2: tacita de café intacta, vaso de agua vacío, sobrecito de azúcar vacío, cucharita que revuelve un café -ya frío- incesantemente.

Lado 1- él, lado 2- ella.
Ella piensa, piensa, piensa. Pensá que piensa al ritmo de la cuchara. Piensa, piensa, piensa, eso… así. El café se le enfría, la cabeza se le calienta. El café no larga más humito, la cabeza, cada vez más transpirada.
No para de pensar. Nunca. Ese es su problema. Si dejara de pensar un instante seguiría maquinalmente revolviendo el café, eso oficiaría de drenaje de ideas, y finalmente podría hablar.
Pero no puede dejar de pensar.

Aunque tal vez el sudor también funcione como drenaje, porque ella siente que las palabras se van ordenando de a poco, muy de a poco, pero que en algún momento va a poder decir algo y cantarle quiero vale cuatro a esa mirada inquisidora.
Empieza a ir más lenta la cuchara. Igual todavía se le filtran algunos pensamientos subversivos, que quieren desbaratar este equilibrio que poco a poco va logrando… pero ya está, si se deja llevar, va a estar todo bien.
Más o menos se va estructurando lo que va a decir. Sabe que si se olvida de algo puede ser catastrófico, probablemente esta sea la última contienda, no puede quedar nada por decir, son sus últimas cartas. Tiene toda la atención y todo para decir.

Saca la cuchara del café. Dos golpecitos contra el borde de la taza. La apoya sobre del platito. Ahora. Se tiene toda la confianza, no va a faltar ni a sobrar nada porque habla con el corazón, sí, está convencida de que habla con el corazón. Y él va a entender todo.

Levanta la mirada. Los ojos se cruzan por primera vez. Se da cuenta de que había estado mucho tiempo revolviendo el café, de que se le había enfriado, de que tenía la frente sudorosa y de que en todo ese tiempo había tenido a la otra mirada, expectante, clavándosele cual cuernos en el día de San Fermín. Vio sus ojos, por primera vez.

Y pensó.


¿Sabés que fue lo que me dijo cuándo abrió la boca?
“Me atraganté todas las palabras en un solo café.”

Friday, November 30, 2007

PIROPOS (al son de un joropo)

Hay días en que me siento simplemente un estampado.
Me miro al espejo y solo veo miles de pintitas marrones sobre un fondo blanco lechoso.
Me canso de mis pecas a veces.
Me miro y sólo pienso en cómo borrármelas: goma de borrar, productos químicos, miles de dólares en láser, sacarme algunas capas de mi epidermis, tatuármelas una a una con el color de mi piel y no exponerme más al sol, o tatuarme entera color caribe.

Y otros días me acuerdo de una playa a orillas del Beni.
“¿Por qué te las querés sacar? A mi me gustan: se te cayó el cielo encima y le robaste todas las constelaciones.”

Monday, July 16, 2007

Millones de cabezas invaden mi cabeza. Algunas se agolpan en mi boca y penetran brutalmente. Otras se cuelan por mis oídos. Otras, más tímidas, se meten disimuladamente por mis poros. Y unas pocas se contentan con mirarme a través de mis ojos.

Todos me escrutan. Y así me conformo de un millón de cabezas. (Me reformo, me deformo).

Las que están en mi interior escupen mi cerebro y vomitan hasta infectar cada una de mis neuronas. Emanan olores nauseabundos y putrefactos. Saltan, corren, rompen, patean, eufóricas, fuera de si.

Y las de afuera contemplan volcadas sobre mis párpados como en palcos, y ríen. Ríen a carcajadas.

MUSIKE

" No se oye sino el silencio
que hay en todas las soledades…"
Juan Rulfo


La soledad es, pues, el más intenso de los sonidos. Es un estado musical. Cuanto más sola más escucho. El silencio aparente que circunda al solitario es en realidad un gran concierto. Una orquesta de pasos, voces lejanas, brisas, vientos, gotas, engranajes, respiraciones, “fluires” de sangre son su única compañía. Y el corazón, percusión inquebrantable, es el único que permanece fiel.
La compañía no es sonido, es ruido, ruido sordo.

Saturday, July 14, 2007


FELIZ FELIZ EN TU DÍA

Wednesday, July 11, 2007

NIEVE INDEPENDENTISTA

Abrí la persiana, con la mirada clavada en el piso, buscando las piedras con que trabar los postigos, y el teléfono al hombro. Mi papá, eufórico, del otro lado: “Eso te pasa por irte a Capital, ¡acá esté nevando!”
Levanté los ojos: por sobre el paredón de la terraza danzaban copos de agua nieve.
La euforia es contagiosa.

Y la conciencia de la existencia del otro (la culpa) está siempre latente.

Ojos de agua estrábicos sin decidirse entre ahogarse de emoción ante la belleza de la escena, o de dolor, ante esos copos de nieve como balas que matan.

Todas las miradas al cielo. Algunas se definen por bañarse en la inmensa alegría, otras en la piedad, otras no pueden más que desplomarse: se derrumban los cuerpos, yacen entre cartones y cristales microscópicos. Finalmente llegó un manto para ellos, un manto de nieve gélida.

La muerte se vistió de blanco y decidió ponerse escarapela y hacer patria: salió a recorrer las calles, los puentes, los sin techo y los techos pobres para independizarlos. Liberarlos del sojuzgamiento, de las manos que aplastan, de la agonía que significó la vida para algunos tantos. Se tomó la licencia de elegir lo que para ella es justicia.

Y dos días después, habiendo reído, gritado, saltado, bailado enfundada en guantes de Bolivia, campera de Londres y bufanda de mi abuela que me quiere, me siento, envuelta en una frazada al lado de la estufa a pretender que sufro. A llorar esos muertos que nunca conoceré, los lloro con angustia e impotencia. Pero la culpa no es sufrimiento, la culpa es inservible y paraliza. La culpa es quien hoy me cubre, me abraza, me retiene, me detiene y así siempre. La culpa, la piedad y el pensamiento judeo-cristiano de casa rica.
Y sería todavía más infame decir que quisiera ser pobre. Si es tan cómodo ser rico, y mucho más cómodo aún pretender tener “conciencia social”. Y sin embargo la nieve a nosotros los argentinos nos mata, y nos seguirá matando, y a mi me seguirá embelezando.
Y cada familia hará un muñeco de nieve por cada títere muerto en la calle, y le pondrá una zanahoria como nariz de Pinocho en lugar de una lápida. Zanahoria que ahora probablemente en algún paraíso esté comiendo, la zanahoria de la tentación y del pecado de haber nacido.

Y yo me consuelo pensando que no los mató la muerte negra y esquelética del hambre, sino esa dama blanca que llovía tan elegante; y que tal vez, algunos de ellos pensaron antes de que se les congelara ese último aliento: “voy a poder morir algún día diciendo que vi nevar en Buenos Aires”.

San Telmo, 9 de Julio de 2007

Sunday, June 03, 2007

ÁBRETE SESO

No, ni muy lejos ni hace mucho tiempo.
Fue hace poco, un día que recuerdo perfectamente, en un lugar bien conocido.
Ali Baba, paseaba por ahí, igual de inútil que siempre.
Pero esta vez no tenía en su bolsillo las galletitas de sésamo que le había hecho su mamá. Tenía unos restos de guiso de seso ya medio putrefacto, en un tupper mal cerrado.
Inútil y chusma.
Escuchó cuando yo rogaba a mi seso que se abriera, que necesitaba entender.
Volvió a la noche, se paró frente a mi cama y dijo: “¡ábrete seso!”
Inútil, chusma, otra vez inútil.
Esta vez no fue Casim el olvidadizo: pese a sus esfuerzos no consiguió recordar la contraseña para cerrarlo. Olvidó que con tan solo decir “ciérrate seso” me devolvía mi intimidad.

Y hoy tengo los sesos abiertos. Todo lo mío quedó en manos de todos, menos en mi cabeza.
Ni mis sesos me pertenecen ya, ni mis ideas, ni mis deseos, ni mis miedos, ni mis recuerdos…
Todo lo mío está ahí afuera, dentro del mundo. Lejos de mi alcance.
Me quiero de vuelta, y no sé como.

Friday, June 01, 2007

SOUPE Á L'OGNION



Anoche, supe a “l’ognion”
Sí.
Me pegó un tarascón, de esos que me gustan, ahí en la muñeca, y me dijo: “tenés gusto a cebolla”.

Empezaron a arderme los ojos. Se llenaron de agua y finalmente rebalsaron: comenzaron a deslizarse lágrimas de vaselina por mi cachete.

Alguien me dijo que la cebolla te hace llorar solo cuando la cortás con un cuchillo mal afilado. Descreo. Pero tal vez hubiera preferido que me hiriera con un cuchillo bien afilado, a que me mordiera con sus dientes infectos, y me dijera que sabía a cebolla.

O quizás, si hubiera tenido agua en la boca…